domingo, 1 de abril de 2012

Prologo

El día mas caluroso de lo que iba de verano llego a su fin. En las calles de Lima, Peru se respiraba un ambiente de aburrimiento. La gente iba y venia. En un viejo y sucio edificio, esos que aun quedan a vista de los turistas para enseñarles la arquitectura de la epoca de la Colonia, una ventana que estaba abierta se cerró. Una chica la había cerrado y contemplo por unos momentos como el sol empezaba a ponerse. La habitación era fría y totalmente oscura. Dentro, una chica morena jugaba con un niño de unos 10 años aproximadamente. La chica que había cerrado la ventana aparentaba tener unos años mas que la chica que estaba jugando con el niño. Esa chica, cuyo nombre era Angie, vestia un típico mandil de cocina y lucia muy sucia y vulgar, con los pelos desordenados. Por otro lado, la otra chica, cuyo nombre era Gilma y vestía de una forma elegante y muy pulcra, termino de jugar con el niño. Este salió corriendo de la habitación y se perdió.
  • Gracias por visitarme, Gilma. A veces es bueno desconectar de todas las tareas que una tiene que hacer. La renta, el niño, sus medicinas, el colegio… - dijo Angie.
  • Me imagino. – dijo Gilma. – Pero, no sé… Te veo mal, Angie. Me gustaría poder ayudarte en lo que pueda. – dijo y abrió su bolso.
Angie dio un paso al frente y no acepto el fajo de billetes que Gilma acababa de sacar de su bolsillo. Gilma no lo entendió.
  • Angie… Soy tu amiga y creo que deberías aceptarlo… - dijo Gilma. - Por favor, cógelo...
  • No… Ni te atrevas a dejarlo o a dárselo a mi hijo. Te lo pido, por favor. – dijo en un tono amenazante.
  • Angie… - dijo Gilma. 
Angie se cubrió la boca con la palma de la mano. Rompio a llorar.
  • ¡¡POR FAVOR!! - grito.
Gilma contemplo como su amiga rompia a llorar.
  • Lo siento… Es que echo mucho de menos a Dominique… Encima nuestro hijo es clavadito a el… A veces es una tortura mirar a mi propio hijo, porque me recuerda a el… - dijo, con la voz quebrada.
  • Angie… - dijo Gilma, abrazando a su amiga.
Angie lloro por unos momentos, evitando desplomarse en el suelo. Gilma pronunciaba palabras que ayudaban a Angie, le levantaban el animo… Pero la chica seguia llorando.
  • Hay algo que quiero darte Gilma... - dijo Angie, limpiandose las lagrimas.
  • Lo que sea, mujer... - dijo Gilma, sonriendo.
  • Es algo muy gordo que acabo de conseguir... Por eso te dije que vinieras... - dijo Angie. 
  • Ah... ¿Y que es?
Angie se separo de su amiga y menciono algo de preparar una merienda. El niño apareció corriendo y Gilma lo cogió en brazos, haciéndole reír. La chica, con el niño en brazos, se acerco a la ventana y contemplo la oscura calle de Lima, Peru. No había ni un alma y los coches apenas aparecían. Todo estaba como la tipica noche limeña... tranquila...

Sonó el timbre de la puerta.

Gilma levanto ambos brazos, que se le habían caído un poco debido al peso del niño. Siguio contemplando la noche limeña cuando escucho a Angie abrir la puerta. Gilma giro el cuello y vio en la mesa que estaba adyacente a ella, unos lápices y restos de goma de borrar. La chica miro al niño y le sonrió.

Pero todo acabo allí.

Un sonido aterrador retumbo en toda la casa. El sonido de una ráfaga de balas. Gilma reacciono tan rápido como pudo. Abrazo fuertemente al niño y agudizo el oído. La ráfaga había terminado y un golpe seco hizo que el corazón de Gilma se detuviera por unos microsegundos. La chica, con los ojos lagrimeando, avanzo de puntillas hasta un armario que estaba a oscuras, lo abrió y se metió dentro. El niño que llevaba en brazos le estaba empezando a temblar la barbilla.
  • No llores, pequeño… Por favor… por favor – dijo Gilma, suplicando.
El niño no lloro. Gilma dio gracias y agudizo el oído. “No… que no haya pasado lo que creo que ha pasado…”
  • Mírala… Tantos años escondida. Zorra… Eso te pasa por no haber sido una soplona y habernos dado la ubicación de tu “chero” – dijo una voz masculina. – Muere, perra…
Otra ráfaga de balas. Gilma se mordió el labio, intentando no llorar.
  • Bueno… No creo que la reconozca ni su “vieja”. – dijo la misma voz. – Vayámonos.
  • No… Creo que ella tenia un niño. Búsquenlo. – dijo otra voz de hombre.
A Gilma le dio un vuelco el corazón. Abrazo con mas fuerza al niño y le suplico que no hiciera ningún ruido.
Durante unos minutos, que le fueron eternos, Gilma escucho como 3 hombres buscaban por toda la casa. Gilma intentaba no hacer ruido. A veces creía que el simple latido de su corazón la delataría. Pasado unos minutos… Los hombres dejaron de moverse.
  • No hay nadie… De seguro esta “weona” regalo a su hijo a un par de “gringos” por “plata”. No hay nada aquí. – dijo una voz de hombre.
  • OK. Quememos esto antes de que alguien husmee. – dijo la otra voz de hombre.
Gilma pego un brinco al oir esas palabras.
  • ¿Pero íbamos a hacer eso? No he traido el material, jefe. – dijo la voz de hombre.
  • "Tarao"… Da igual. Vamonos a comer algo y luego venimos. – dijo la otra voz. 
  • Una pena porque la "chibola" estaba bien rica... - dijo una voz y estallaron en carcajadas.
Gilma agudizo el oído. Escucho como esos hombres murmuraban cosas… Hasta que por fin salieron de la casa, dejándola con un silencio incomodo y con un olor a pólvora terriblemente fuerte.

Gilma, llorando, abrió el armario y salió junto con el niño. Dejo al niño en la habitación y salio hasta la sala. Avanzo lentamente hasta la puerta, con el corazón latiéndole a mil por hora. No fue agradable.

Gilma se arrodillo en el piso, llorando. La imagen era aterradora. Sobre un gran charco de sangre estaba lo que alguna vez fue su mejor amiga. Ahora lucia destrozada, acribillada, con los ojos perdidos en el techo. Gilma lloro de rabia, de frustración, de ira, de impotencia…

¿Impotencia?

Gilma supo lo que tenia que hacer. Se puso en pie, evitando mirar el cadáver de su amiga y se puso en marcha. Volvió a la habitación y empezó a rebuscar su cartera. La desesperación hizo que Gilma lo pusiera bocabajo y empezara a buscar rápidamente, en la cama. Lo encontró. Una libreta marrón, muy vieja.  Cuando empezó a ojear los números, el niño le tiro de la manga.
  • ¿Que? – dijo Gilma.
El niño la miraba.
  • ¿Donde esta mi mama?
Gilma no quizo contestarle. Rebuscando en la libreta, Gilma empezó a sentir pánico  Debía de encontrarlo... Ojala no lo haya borrado...
  • Mierda... - dijo la chica. Se le habia caido la libreta.
Gilma se desespero aun mas. Tenia poco tiempo...
  • ¿Mami...? - dijo el niño, asomándose a la sala.
  • ¡¡NO!! - grito Gilma.
Corrió y cogió al niño por la cintura, alejándola de la estancia. No podía ver a su madre, no en ese estado...
Gilma y el niño se ocultaron en la habitación de Angie. Era un cuarto pequeño, igual de lúgubre que toda la casa. Gilma sentó al niño en la cama y la chica siguió buscando en la agenda. ¿Porque no ordeno sus contactos por letra? Los tenia apuntados según fueron viniendo...
  • Maldita sea... Por favor... ¡Por favor! - dijo Gilma, leyendo la agenda lo mas rápido que podía.
El niño, que se bajo de la cama, intentaba abrir un pequeño armario que estaba al lado de la cama. Pero al intentar hacer fuerza, se cayo y se golpeo con una pata de la cama.

Empezo a llorar. Gilma se agacho y lo empezó a consolar, esperando que se callara rápidamente. Pero entonces lo vio.

Debajo de la cama, habia algo raro. Era una tarima, pero parecia estar cortada y pulida a propósito  Gilma, sin dejar de consolar al niño, deslizo sus finos dedos por la tarima. Se podia mover...

Gilma movio la cama y abrio la tarima.

Habia un hueco. Gilma, temerosa, metió la mano en el hueco. Sintió 3 paquetes rectangulares... Que raro. Gilma los extrajo del hueco.

ERan las cajas de 2 viejas cintas de video... y un cuaderno. Tras quitarles la protección a las cintas de video,  pudo ver 2 nombres en 2 sucias tiras de papel: Edmundo... y Rigoberto.

Viejos fantasmas asustaron a Gilma. Como si el mundo se te viniera abajo con una simple imagen. Conocía esos nombres o al menos eso creía... Nombres que se asociaban a una sola cosa: Muerte. A un oscuro pasado del que nunca pensó que volvería a vivir...
  • ¿Tita? - dijo el niño.
La voz del niño saco de sus pensamientos a Gilma. El niño le había cogido la libreta. Gilma se lo quito y siguió buscando... pero, para suerte suya, el nombre que buscaba estaba en esa pagina.

Gilma, contenta, cogió ambas cintas y se las guardo en la cartera. Cogio el libro, lo abrió y empezó a leerlo. Era un diario. El estado del cuaderno parecía estar de acorde con su propietaria. Sucio, viejo, con las puntas de las hojas dobladas, con distintas manchas…

Gilma no lo pensó 2 veces. Guardo todo en su cartera. Volvió al armario y le cogió una chaqueta para el niño. Cerro la puerta con cuidado, cargo al niño en brazos y apoyo la cabeza del niño en su hombro, cubriéndole los ojos.

“No puede ver a su madre… Seria traumático”

Lo peor fue avanzar sin ver el cadáver de Angie. Gilma sintió ganas de llorar otra vez cuando sus tacones tocaban el charco de sangre. Cuando estuve en un suelo limpio, echo a correr.

(Avenida Abancay, cerca de Hiraoka - Lima, Perú)

En una barata habitación de hotel, Gilma lucia en estado de shock, con la mirada de una muerta. Una televisión encendida y conectada a un VHS, le acababan de mostrar... la clave del mayor misterio de su vida... O la clave de uno de los misterios que nunca quizo participar... O del misterio del que se vio envuelto a la fuerza ¿Era verdad todo aquello? Gilma volvió en si y cogió su telefono movil, con el corazón latiendole a mil por hora. Leyendo la libreta, marco un numero y espero...
  • ¿Alo? ¿Con Judith Noemí? – dijo Gilma, llorando. 
  • ¿Si? Soy yo. ¿Quién es? – dijo la voz de una mujer.
  • Por favor… deme el numero de su hijo Mario… es urgente. Por favor… por favor… - dijo Gilma, suplicando. Las lagrimas se le escapaban.
  • ¿Quién habla? – dijo la voz de una mujer, desconfiando.
  • ¡Judith, por favor! ¡Ayúdame! ¡Dame el numero de tu hijo! – dijo Gilma, desesperada. - No tengo tiempo de explicarlo...
“Me va a colgar. Ella no se anda con miramientos”
  • Tu voz me suena de algo... pero no puedo dártelo a menos que me digas quien eres... 
Gilma maldijo. 
  • ¡Por favor! ¡Es urgente! ¡Lo necesito ya! ¡POR FAVOR!
Gilma no supo si gritar fue lo correcto. La mujer con la que hablaba no tenia mucha paciencia. Y el saldo se le acababa...
  • "Me va a colgar" - pensó Gilma, agachando la cabeza.
  • Apunta... - dijo la voz de mujer. - No se porque... pero algo me dice que te lo de... Espero no equivocarme...
Gilma no se lo podía creer. Colgó inmediatamente y memorizo el numero que le había dado. Marco el nuevo numero y espero.
  • ¿Si? – dijo una voz masculina. De fondo se podía escuchar música. Y otras voces...
  • Mario… soy Gilma. Han asesinado a Angie. Es por lo de Dominique. Te... Nos... están buscando. Ayúdame. Estoy desesperada. Por favor...
  • ¿Perdon? - dijo la voz masculina. - ¿Quien habla?
  • Mario... Angie tenia la respuesta...
  • ¿Que respuesta? ¿Que dices? ¿Quien habla?
  • Edmundo y Rigoberto... 
El hombre enmudeció. Gilma pudo escuchar como su respiración se aceleraba
  • Por favor... - dijo Gilma, llorando. - Angie tenia la respuesta... La solución de todo eso... Podemos detenerlo... Por favor...
Gilma ahogo un gemido...
  • LA clave... la clave para acabar con esta pesadilla...

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